Batalla de Ayacucho

Antecedentes, desarrollo y concecuencias

Este suceso suele ser referido como el fin de las guerras de independencia en América del Sur, no obstante que las guarniciones españolas del Real Felipe del Callao y de Chiloé resistieron hasta 1826, y España no renunció formalmente a la soberanía de sus posesiones continentales americanas hasta una década más tarde, en 1836. El tratado de paz, amistad y reconocimiento con el Perú fue firmado el 14 de agosto de 1879 en París.

En el año 1820 España entró en una crisis política por el pronunciamiento contra el rey Fernando VII y la restauración de la Constitución Liberal, apoyada por el general Rafael del Riego, quien sublevó la expedición de 20.000 soldados para auxiliar a los realistas de América. Esto acabó para siempre con las expediciones de refuerzos de España, que desde entonces no se aprestaron para ningún lugar de América, y motivó que los dos grandes virreinatos, del Perú y de Nueva España, que hasta el momento habían contenido el avance de la revolución hispanoamericana tomasen el camino de la independencia.

En América del norte, el virreinato de México, tras derrotar a la insurgencia, se constituye en una monarquía independiente mediante el Plan de Iguala y el pacto de las tres garantías. Los trigarantes tras derrotar al virrey Apodaca, pretenden acordar la separación pacífica de la España Liberal mediante los Tratados de Córdoba, pero no se llega a un acuerdo y se suceden los Intentos españoles de reconquista de México hasta 1829.

En América del sur, la sublevación de Rafael del Riego había hecho desaparecer la amenaza de invasión de Venezuela y del Río de la Plata, y esto permitió el avance de las Corrientes Libertadoras de América del sur hacia el Perú. El virrey Joaquín de la Pezuela había quedado desacreditado por la derrota de la expedición de Mariano Osorio en Chile, por el aislamiento marítimo, y por la invasión de la Expedición Libertadora del Perú de José de San Martín, que consigue cercar Lima en la campaña de Cerro de Pasco y provoca la deserción del Numancia. Esta sucesión de derrotas determinan que Pezuela sea derrocado por el general español José de la Serna el 29 de enero de 1821 en el golpe militar de Aznapuquio. La Serna abandonó Lima con un ejército en plena desintegración sin ser apenas molestado para refugiarse en la sierra peruana.

Pero el Ejército Real del Perú, bajo una sólida subordinación militar, se rearma y consigue destruir sucesivos ejércitos independientes. El primero en la batalla de Ica, mandado por los patriotas Domingo Tristán y Agustín Gamarra. Un año después, tras la retirada de José de San Martín por la Entrevista de Guayaquil, los realistas consiguen aniquilar la Expedición Libertadora dirigida por Rudecindo Alvarado en las campañas de Torata y Moquegua. El año 1823 terminaba con la destrucción de otro ejército patriota comandado por Andrés de Santa Cruz y Agustín Gamarra, en otra campaña abierta sobre los Puertos Intermedios, que comenzó con la batalla de Zepita en Puno, y la ocupación de la ciudad de La Paz el 8 de agosto, consiguiendo llegar a Oruro en el Alto Perú. Pero el virrey La Serna, en una campaña apodada «del Talón», persiguió las tropas de Santa Cruz que acaban desbandadas y recuperó Arequipa tras batir a Antonio José de Sucre, quien reembarcó a los colombianos el 10 de octubre de 1823.

Finalmente, lo que restaba de optimismo se apagaba por las acusaciones de traición contra los presidentes peruanos José de la Riva Agüero y José Bernardo de Tagle. Riva Agüero deportó diputados del Congreso del Perú y organizó un congreso paralelo en Trujillo, y luego de ser declarado reo de alta traición por el Congreso del Perú​ fue desterrado a Chile. En cambio Torre Tagle buscaba firmar una paz sin batallas con el virrey La Serna, por lo cual fue a entrevistarse con los realistas. Este acto fue considerado por Simón Bolívar como traición. Tagle dispuso que todas las fuerzas a su mando apoyaran a Bolívar para hacer frente al enemigo, mientras este buscaba capturarlo para fusilarlo. José Bernardo de Tagle encontró refugio con los realistas en la asediada fortaleza del Callao.

Fue así como al culminar el año 1823, a pesar de sus contundentes triunfos realistas en los anteriores hechos de armas y mientras el recién llegado Bolívar escribía solicitando refuerzos de Colombia, y preparaba activamente la que sería la campaña final contra el Ejército Real del Perú, la situación empezaba a tornarse crítica para los sostenedores de la causa del rey:

«..El virrey la Serna por su parte, sin comunicaciones directas con la Península, con las más melancólicas noticias del estado de la metrópoli… y reducido por lo tanto a sus propios y exclusivos recursos pero confiando notablemente en la decisión, en la unión, en la lealtad y en la fortuna de sus subordinados, aceleraba también la reorganización de sus tropas y se aprestaba a la lucha que miraba próxima con el coloso de Costa-firme. Un triunfo más para las armas españolas en aquella situación, haría ondear de nuevo el pabellón castellano con inmarcesible gloria hasta el mismo Ecuador; pero otra suerte muy distinta estaba ya irrevocablemente escrita en los libros del destino. ..»

Existe un debate en torno a las cifras de combatientes ya que la cifra de realistas del parte de batalla de Sucre se tomó en realidad del listado militar español capturado con el número de hombres al salir del Cuzco. Pero hay que tener presente que unos y otros comenzaron la campaña con un estado inicial de fuerza de ejércitos (8500 independientes vs. 9310 realistas) que disminuyeron su número en las semanas siguientes de campaña, hasta el mismo día de la batalla (5780 independientes vs. 6906 leales) por las razones expuestas anteriormente. En el campo de batalla los realistas sumaban 5876 infantes y 1030 de caballería.