La Independencia del Socorro
en la génesis de la emancipación colombiana
Autor: Rodriguez Gómez, Juan Camilo
Desde los tiempos de la Revolución de los Comuneros de 1781 el Socorro había expresado su interés en convertirse en cabecera de un nuevo corregimiento que se derivaría de la fragmentación del de Tunja. La importancia política, económica y poblacional del Socorro era notoria para finales del siglo XVIII y había logrado preeminencia sobre las otras dos poblaciones notables de la región en los tiempos coloniales: Vélez y San Gil. De manera que cuando en 1795 se dividió el antiguo corregimiento de Tunja se constituyeron los corregimientos de Pamplona y de Socorro quedando subordinados a este último los cabildos de Vélez y de San Gil. Estableció así el virrey Ezpeleta -el 9 de julio de 1795- la Provincia del Socorro, trascendental durante los años de la guerra de independencia y en donde continuaría luego una arraigada tradición libertaria a lo largo del siglo XIX.
En ese escenario se produjo el primer grito de independencia de la naciente Colombia, a partir de los sucesos que se desencadenaron el 9 de julio de 1810 y que al día siguiente se formalizaron con el Acta de Independencia del Socorro, 10 días antes de lo acontecido en Santafé de Bogotá.
La revolución Socorrana de Casanare
Un hecho trascendental había sucedido pocos meses antes de la independencia del Socorro y era prueba fidedigna del peligro que para las autoridades españolas representaba esa Provincia. En 1809 se produjo la frustrada Revolución de Casanare , una revolución de socorranos, en la que los jóvenes José María Rosillo, Carlos Salgar y Vicente Cadena, con la colaboración del canónigo Andrés María Rosillo y Meruelo, así como de Domingo Benítez Plata entre otros de la región, había organizado un grupo para encender la insubordinación entre viejos refugiados de la Revolución de los Comuneros que estaban en Casanare, marchar al Socorro y luego hacia Santafé.
Estos primeros y olvidados próceres de la independencia proclamaron el 11 de enero de 1810, en San Pedro, el desconocimiento de la autoridad del virrey Antonio José Amar y Borbón, desafiando así al régimen español. El 18 de febrero de 1810, algo más de treinta de estos rebeldes fueron emboscados por tropas españolas que los buscaban desde Pore. José María Rosillo y Vicente Cadena fueron capturados ese día, juzgados luego en Pore y arcabuceados. Como escarmiento para quienes promovían las ideas revolucionarias, las cabezas de estos jóvenes se exhibieron en Santafé el 13 de mayo, pero sin duda contribuyeron a exacerbar el ambiente antiespañol que se respiraba y que muy pronto empezaría a generar cambios concretos. Salgar logró escapar hacia Tunja donde fue capturado y llevado a prisión en Santafé, de donde sería liberado gracias a la revolución del 20 de julio2.
Un corregidor para impedir la revolución
Como primer corregidor de la Provincia del Socorro se designó a Juan Salvador Rodríguez de Lago, reemplazado en 1806 por Juan Nepomuceno Rodríguez de Lago, quien ejerció esa responsabilidad hasta 1809 cuando lo sustituyó José Valdés Posada, español intransigente y autoritario que tenía la misión específica de impedir el avance de los vientos revolucionarios que se sentían en esas tierras y, en particular, el deseo que había expresado su Cabildo de establecer una junta de gobierno independiente de la de Santafé.
En el Virreinato se percibía a los socorranos como personas “de genios inquietos e inclinados a novedades y a trastornos”, de manera que se consideró vital reprimir las ideas de cambio que se estaban fermentando.
El Socorro, que contaba con el antecedente de haber sido epicentro de la Revolución Comunera y donde se había fraguado hacía muy poco la de Casanare, el corregidor Valdés, junto con el jefe de las fuerzas militares teniente coronel Antonio Fominaya, desataron un ambiente de extrema vigilancia sobre los notables de la población y los miembros del Cabildo y fortalecieron, además, la guarnición para contar con mayores elementos de disuasión o para reprimir cualquier intento de insubordinación.
En ese entorno, el 26 de mayo de 1810 el Cabildo aprobó un Acuerdo protestando contra las intimidaciones. De manera valiente en ese documento preguntaban los socorranos a las autoridades españolas: “…diga que novedad hay, pues extrañamos y vemos como un caso de manifiesta hostilidad el continuo pasar de armas de la casa del Corregidor Valdés al cuartel y del cuartel a la casa de éste, sin motivo alguno, sino es el de que se nos quiera amedrentar con demostraciones que no aceptamos y estamos dispuestos a repeler”.
La noche del 9 de Julio de 1810
En un memorial enviado el 16 de julio de 1810 por el Cabildo del Socorro al virrey, se describe así lo ocurrido en esa población a las 7 de la noche del 9 de julio de 1810: “Tres paisanos que pasaban por la calle de los cuarteles fueron requeridos desde el balcón donde estaban los soldados con fusiles, diciendo D. Mariano Monroy, “atrás”, y que si no, mandaría hacer fuego. A estas voces ocurrió el Pueblo, sobre el cual empezaron a llover balas de los balcones de los dos cuarteles que estaban uno frente de otro. Los Jueces por evitar un ataque tan desigual en que se había empeñado el Pueblo por la estratagema de Monroy, corrieron a retirar a la gente, lo que no pudieron conseguir tan pronto y tuvieron el dolor de ver que se hubiese quitado la vida a ocho hombres que no tenían más armas que las piedras que tomaban en la calle y que esto hubiese sido por más de sesenta soldados veteranos y algunos reclutas y paisanos que se hallaban en los cuarteles en lugar ventajoso y con armas superiores. Todo el resto de la noche pasamos en vela aguardando en la plaza a que el Corregidor nos acometiese con su gente…”.
El pueblo del Socorro, encabezado por José Lorenzo Plata y Miguel Tadeo Gómez, además de cientos de personas de algunos lugares aledaños se preparó para dar el golpe al corregidor Valdés. Se fueron reuniendo en la plaza conformando una multitud de alrededor de ocho mil personas y se desencadenó un fervor libertario imparable. Al amanecer del 10 de julio Valdés y sus tropas se escabulleron para refugiarse en el convento de los padres Capuchinos situado en la parte alta de la población. Este convento se había inaugurado en 1787 y para su erección había contado con el generoso aporte de la población, de manera que ahora convertido en refugio de los tiranos con la complacencia de los curas, se convertía en símbolo de opresión. De inmediato los socorranos sitiaron el convento y le cortaron el suministro de agua.
El relato de los acontecimientos, en el mencionado memorial del Cabildo para el virrey, dejó el testimonio de lo que iba ocurriendo: “En el altozano de la iglesia y desde una ventana mataron a un paisano que tuvo el arrojo de llegar allá con una piedra en la mano. Desde la torre mataron a otro que se hallaba a dos cuadras de distancia; y sin embargo de que era mucho el fuego que se hacía, como ya obrábamos con algún orden, las desgracias no fueron según los deseos del Corregidor.
El pueblo bramaba de cólera viendo salir las balas y la muerte, de una casa que no hacía muchos años que había edificado con el sudor de su frente no para que ofreciese asilo a unos caribes sino para que se diese culto a la Divinidad por unos ministros que aunque venidos de Valencia, de una provincia situada a más de dos mil leguas de aquí, jamás les ha faltado comodidad y satisfacción entre nosotros. Una acción de tan negra ingratitud convirtió de repente los sentimientos de veneración que tenía el Pueblo por el Convento y clamaba voces pidiendo no quedase piedra sobre piedra, y que se pasase a cuchillo a cuantos se hallasen dentro. Ya se preparaban escaleras para tomarlo por asalto sin temor de las balas y sin dar oídos a los jueces que veían que para rendir a los sitiados no era menester derramar más sangre. El furor de la multitud se aumentaba por instantes; y los jueces deseosos de evitar un espectáculo tan atroz intimaron a los Comandantes que se rindiesen prontamente, pues de lo contrario perecerían todos en manos de ocho mil hombres que los sitiaban”.
Las autoridades españolas del Socorro, encabezadas por el corregidor José Valdés, el teniente coronel Antonio Fominaya y el alférez Mariano Ruiz Monroy, no tuvieron más alternativa que rendirse y fueron apresadas. Los llevaron inicialmente a la plaza donde el pueblo gritaba: “Viva la religión, viva Fernando VII, viva la justa causa de la nación!”.
El memorial del Cabildo para el virrey del 10 de julio de 1810 fue enviado de inmediato a Santafé y se dispuso dejar copias en los cabildos de Vélez y de Tunja, exhortándolos además para que instalaran sus propias juntas de gobierno desconociendo el mando del virrey. A Santafé llegaron las noticias de lo ocurrido en el Socorro el 16 de julio, cuatro días antes del “grito de independencia”. El propio José Acevedo y Gómez en carta del 19 de julio para el Comisionado Regio Antonio Villavicencio escribió: “Las hostilidades de Valdés han precipitado a la Provincia del Socorro a un rompimiento, como lo verá usted por la adjunta relación de los hechos más notables”.
En el Acta de Independencia de Santafé se menciona también lo que acababa de suceder en el Socorro como razón adicional para el movimiento emancipador. Sin duda la independencia del Socorro, primera en estas tierras, impulsó la de Santafé y contribuyó a desatar la incontenible serie de movimientos en las provincias, que de la búsqueda de mecanismos para su gobierno llevaría a la guerra de independencia y a la creación de la República de Colombia en 1819.
Rendidos los españoles, se instaló en el Socorro una Junta de Gobierno compuesta por los miembros del Cabildo y seis personas más. Se encargaron ellos de redactar y proclamar el Acta de Independencia (11 de julio de 1810) y la Constitución del Estado Libre e Independiente del Socorro (15 de agosto de 1810).
La Constitución del Socorro es la primera de las antiguas provincias del Virreinato de la Nueva Granada que iniciaba su emancipación. Se proclamó ocho meses antes que la de Cundinamarca (4 de abril de 1811) que suele mencionarse como la primera de Colombia y de Hispanoamérica.
Entre otros aspectos, la Constitución del Socorro estableció principios como la libertad e igualdad entre sus habitantes, el respeto por la libertad, la estricta sujeción a la ley, el respeto al trabajo a la industria y a la propiedad privada, la transparencia en las cuentas públicas, la limitación al ejercicio de la autoridad, procedimientos electorales, invitación a los pueblos que quisieran unírsele en la causa de la libertad, la supresión del tributo para los indígenas y su reconocimiento en sociedad como iguales a los demás ciudadanos y la abolición del estanco del tabaco.
Los cobardes
En el convento de los Capuchinos había diecisiete frailes en el momento del sitio de 1810 y luego de la rendición española se les notificó que debían salir del territorio del Socorro en un plazo de cinco días. La orden se revocó poco después, pero los frailes quedaron presos en el convento. Seis de ellos lograron escaparse llevando consigo los objetos de valor del convento. En su huída no escogieron el camino de Santafé sino que tomaron hacia el occidente en busca del río Magdalena por la tormentosa y selvática vía del Opón; jamás aparecieron. En memoria de esta fuga muy pronto el cerro que domina al Socorro por el occidente empezó a llamarse de los Cobardes . En 1811 las instalaciones del convento pasaron a ser una escuela y en 1826, en el marco de la reforma educativa del general Francisco de Paula Santander, se fundó allí lo que luego sería el Colegio Universitario del Socorro.
El Socorro en la independencia de Colombia
Al Socorro debe bastante la independencia de Colombia. Epicentro de la Revolución de los Comuneros y origen de la de Casanare, sería el lugar de la génesis del proceso que se generalizaría por el Virreinato en 1810 aportando su propia emancipación, así como ideas e individuos para la de las demás provincias.
Es interesante observar que en el Acta de Independencia del 20 de julio de 1810 están las firmas de los socorranos Pablo Francisco Plata, Emigdio Benítez Plata, José Antonio Amaya Plata, Juan Nepomuceno Azuero Plata, Andrés María Rosillo y Meruelo, Miguel Rosillo y Meruelo, además de la del charaleño José Acevedo y Gómez y el zapatoca Francisco Javier Serrano Gómez.
Cientos de socorranos fueron al combate y murieron en la guerra de independencia, desde Venezuela hasta el Alto Perú. Socorranos estuvieron en el sitio de Cartagena luchando contra Morillo; se les reconoció su acción en la batalla de la Cuchilla del Tambo y en la de La Plata; fueron elementos clave en los batallones de la libertad estimándose en más de 10.000 los socorranos que lucharon como soldados de la guerra de independencia.
En palabras de Horacio Rodríguez Plata: “El Batallón Socorro al mando de Pedro Monsalve fue el último en rendirse a la conquista española y luego reintegrado venció en Boyacá, pasó a Venezuela, se inmortalizó en Carabobo, combatió con Bustamante en El Callao, luchó con Sucre en Pichincha y coronó victorioso con Córdoba la cima de Ayacucho en donde plantó la bandera de la redención, bordada por las patriotas mujeres socorranas”.
Muy temprano, el 31 de enero de 1811, el Socorro desconoció al Consejo de Regencia y dispuso el establecimiento de acuerdos para promover la libertad e independencia con Tunja y Pamplona. Envió además, en noviembre de 1810, a Alberto Montero y a Miguel Tadeo Gómez en calidad de comisionados ante la Junta de Gobierno de Caracas, siendo esta una misión diplomática anterior a la del Tratado Lozano-Cortés entre las juntas de gobierno de Cundinamarca y Caracas del 28 de mayo de 1811.
Al regreso de las tropas españolas, Pablo Morillo tomó de nuevo el Socorro en 1816 y restableció la represión en cabeza del teniente coronel Antonio Fominaya ya conocido en esas tierras. Pero las guerrillas, especialmente la de Coromoro, y en las que fue célebre la actuación de la heroína Antonia Santos Plata, condenada a muerte el 6 de julio de 1819 y luego ejecutada, le hicieron bastante difícil a los españoles el mantenimiento del control de la región. Estas guerrillas participaron también en las batallas del Pantano de Vargas y de Boyacá. Fue la provincia que prestó la mayor contribución en hombres y armas para la independencia, al punto que en ella murió el 75% de sus varones. Concluida la guerra, el gobernador del Socorro, Joaquín Plata Obregón, informaba al vicepresidente encargado del Poder Ejecutivo, Francisco de Paula Santander, que era muy difícil aportar más hombres para la campaña del sur, pero que contribuían una vez más, ahora en 1823, con 20.000 reales y 1500 combatientes.
Esa tradición libertaria que venía de los comuneros continuaría y encontraría otro momento de especial significación cuando, como capital del Estado Soberano de Santander, el Socorro sería el centro clave del movimiento de los radicales en la segunda mitad del siglo XIX.
Acta de independencia del Socorro, 11 de Julio de 1810 (Extracto)
“La Provincia del Socorro, siempre fiel a su legítimo Soberano y constantemente adicta a la causa nacional, ha sufrido por el espacio de un año al Corregidor José Valdés Posada que con una actividad y celo sin igual ha querido sostener entre nosotros las máximas del terror y espanto dignas del infame favorito Godoy. A la justa indignación de los habitantes de esta Villa, y de los lugares circunvecinos que se auxiliaron brilló por fin la noche del día 9. […] Restituido el pueblo del Socorro a los derechos sagrados e imprescriptibles del hombre por la serie de sucesos referida, ha depositado provisionalmente el Gobierno en el Muy Ilustre Cabildo, a que se han asociado seis individuos […] para que les ayuden al desempeño de multitud de asuntos y negocios en que deben ocuparse, para defender la Patria de las medidas hostiles que tomará el Señor Virrey de Santa Fe contra nosotros, como lo hizo contra los habitantes de la ilustre ciudad de Quito. […] Ya respiramos con libertad habiéndose restituido la confianza pública, ya sabemos que podemos conservar nuestra sagrada religión y esta Provincia a su legítimo Soberano el señor don Fernando VII, sin peligro de que los favoritos de Godoy, y los emisarios de Bonaparte nos esclavicen dividiéndonos. Y para manifestar a la faz del universo la justicia y la legitimidad de nuestros procedimientos se circulará esta Acta a los demás Cabildos del Reyno. Con lo que quedó concluida esta Acta que firmamos en la Villa del Socorro a 11 de julio de 1810.
José Lorenzo Plata, Juan Francisco Ardila, Marcelo José Ramírez y González, Ignacio Magno, Joaquín de Vargas, Isidoro José Estévez, José Ignacio Plata, doctor Pedro Ignacio Fernández, Miguel Tadeo Gómez, Ignacio Carrizosa, Acisclo José Martín Moreno, Francisco Javier Bonafont.
Ante mí, Joaquín Delgadillo, Escribano Público y del Cabildo”
Constitución del estado libre e independiente del Socorro, 15 de agosto de 1810. (Extracto)
“El pueblo del Socorro, vejado y oprimido por las autoridades del antiguo Gobierno, y no hallando protección en las leyes que vanamente reclamaba, se vio obligado en los días nueve y diez de julio de mil ochocientos diez a repeler la fuerza con la fuerza. Las calles de esta Villa fueron manchadas por la primera vez con la sangre inocente de sus hijos que con un sacrificio tan heroico destruyeron la tiranía; y rompiendo el vínculo social fue restituido el pueblo del Socorro a la plenitud de sus derechos naturales e imprescriptibles de la libertad, igualdad, seguridad y propiedad, que depositó provisionalmente en el Ilustre Cabildo de esta Villa y de seis ciudadanos beneméritos que le asoció para que velasen en su defensa contra la violencia de cualquier agresor…[…] En el propio acto deliberó convocar a los Ilustres Cabildos de la ciudad de Vélez y de la Villa de San Gil para que cada uno enviase dos diputados por el pueblo respectivo que, asociados a otros dos que elegiría esta Villa, compusiese una Junta de seis vocales y un Presidente que nombrarían ellos mismos a pluralidad de votos. […]Es incontestable que a cada pueblo compete por derecho natural determinar la clase de gobierno que más le acomode; también lo es que nadie debe oponerse al ejercicio de este derecho sin violar el más sagrado que es el de la libertad. En consecuencia de estos principios la Junta del Socorro, representando al pueblo que la ha establecido, pone por bases fundamentales de su CONSTITUCIÓN los cánones siguientes:
La Religión cristiana que uniendo a los hombres por la caridad, los hace dichosos sobre la tierra, y los consuela con la esperanza de una eterna felicidad.
Nadie será molestado en su persona o en su propiedad sino por la ley.
Todo hombre vivirá del fruto de su industria y trabajo…
La tierra es el patrimonio del hombre que debe fecundar con el sudor de su frente, y así una generación no podrá limitar o privar de su libre uso a las generaciones venideras con las vinculaciones, mayorazgos y demás trabas contrarias a la naturaleza y sagrado derecho de propiedad y a las leyes de la sucesión. […]
Toda autoridad que se perpetúa está expuesta a erigirse en tiranía.
El Gobierno del Socorro dará auxilio y protección a todo pueblo que quiera reunírsele a gozar de los bienes que ofrecen la libertad e igualdad que ofrecemos como principios fundamentales de nuestra felicidad. […].
*Juan Camilo Rodríguez Gómez.Economista, Universidad Externado de Colombia. Doctor en historia, Universidad Nacional de Colombia. Profesor titular e investigador de la Universidad Externado de Colombia. Miembro de número y Vicepresidente de la Academia Colombiana de Historia.